miércoles, 5 de enero de 2011

Capítulo 2. Los inicios

Nos situamos en el sudeste de África, donde la civilización humana que consiguió sobrevivir a la catástrofe natural de 2012 se asentó formando Ragnarök a los pies del nuevo océano que allí se formó. Los habitantes viven tranquilos, hay ahora una especie de pacto entre la civilización humana y la naturaleza, parece que lo que debió ser hace mucho, al fin se ha conseguido. La religión se ha debilitado, los filósofos han renacido creando una civilización más pura y con ideales muy distintos a como se conocían hace años. La paz, la armonía y el amor priman por encima de todas las cosas, el capitalismo ha desaparecido y todo está en calma. Aunque como bien dijo en sus tiempos Murphy, si algo puede salir mal, saldrá mal…
- Señor, hay algo que no acabo de comprender…
- ¿Qué es lo que no entiendes joven?
- ¿Por qué el ser humano, a pesar de ser avisado durante años, siguió con su autodestrucción?
- El ser humano puede ser una máquina perfecta y a la vez ser una auténtica máquina de destrucción tanto para él, como para los demás. Su destrucción era prevista, lo que no se esperaba fuese su supervivencia ante el poder de la naturaleza.
- ¿Y qué fue de aquellos que trajeron la destrucción?
- Acabaron sepultados bajo su propio narcisismo. El dinero nunca trajo buenos actos, y la sociedad acabó sucia de tanto luchar por intentar ser más que nadie, una lucha capitalista que, como sabrás, trajo el mal al planeta.
- ¿Es que acaso nadie se dio cuenta de lo que pasaba? ¿Nadie intentó nada por solucionar el problema?
- Claro que se dieron cuenta, pero cuando lo hicieron ya era demasiado tarde y el planeta ya estaba corroído por dentro. La efímera existencia de los humanos y su ambición acabaron con ellos. Por suerte, joven, no todo el mundo fue como ellos, y gracias a los que llamamos “Los salvadores”. Aquellos sabios que supieron dejar a un lado el dinero y se dejaron guiar por lo que de verdad caracteriza a los humanos: su bondad, compañerismos y solidaridad.
El joven se levantó de su asiento y se quedó de pie mirando a aquel anciano. Se acercó a la puerta y al colocar su mano en el pomo de la puerta la voz del anciano lo interrumpió.
- Joven, tu historia forma parte de una nueva era. Eres el inicio, de lo que simbolizará el fin. No te dejes llevar por los errores del pasado…
Tras oír esto el joven abrió la puerta y se marchó de aquel lugar perdiéndose entre la niebla del lugar. El anciano permaneció sentado en su asiento rezando en silencio antes de levantarse. Se dirigió a la puerta y, tras salir fuera, la cerró despacio. Comenzó a andar con un ritmo lento, observando todo lo que ocurría fuera. Las calles, cubiertas de niebla, apenas dejaban vislumbrar las lejanías de la ciudad. De pronto el andar del anciano se detuvo. Miró a su alrededor y acabó por dirigirse a una casa pequeña algo desordenada. Llamó dos veces a la puerta esperando respuesta. Pronto de dentro se pudo escuchar la voz de una mujer.
- ¿Quién es?
- Anahís, soy yo.
La mujer abrió la puerta ante el anciano mirándolo con respeto haciendo una leve reverencia.
- Siento no haber abierto antes, ya sabe usted el motivo.
- Tranquila. ¿Está Cyrus en casa?
- Ha salido a comprar, no creo que tarde mucho. Siéntese y póngase cómodo, está en su casa.
El anciano se sentó en una silla y se quedó charlando con Anahís mientras aparecía aquella tal Cyrus que buscaba.
- ¿Puedo preguntaros a qué se debe que vengáis en presencia a buscar a Cyrus?
- Quería charlar con ella. Si no estoy mal informado está muy interesada en el espiritismo, ¿verdad?
- Sí, pasa casi todas las horas del día leyendo y en su cuarto rezando.
En ese momento la puerta sonó y una joven de pelo negro irrumpió en el salón de la casa. Miró a Anahís y luego al anciano haciendo rápidamente una reverencia.
- Madre, traigo la compra, voy a dejarla en la cocina.
- No hace falta hija, ven siéntate que Aeneas tiene que hablar contigo.
La joven se sentó en una silla y se quedó observando a Aeneas en silencio algo nerviosa. El anciano, tras un leve silencio habló.
- Bueno, joven, me han comentado que has estado leyendo mucho sobre espiritismo, ¿no es cierto?
- Si… he leído bastante y… -dijo tragando saliva aún nerviosa- es un verdadero honor estar frente a usted, señor.
- Vamos, joven, no tienes que estar nerviosa, los nervios nunca traen nada bueno. Venía a proponerte ayudarnos en un pequeño tema, siempre y cuando no te importe.
- No, claro, haré lo que mande. ¿Qué es lo que debo hacer, señor?
- Verás, tenemos un pequeño problema con uno de los jóvenes estudiantes, por lo visto guarda en su interior retazos del antiguo mundo y su antigua forma de pensar, y hemos intentado todo lo que se nos ha ocurrido para intentar hacerle ver que ese no es el camino correcto, pero no lo hemos conseguido hasta el momento.
- ¿Y cree que yo podré hacerle cambiar de opinión? –Contestó la joven suspirando- No tengo mucha relación con chicos y no sé qué puede pasar si me acerco a él, tengo miedo a que reaccione de una manera irracional y me haga daño.
- No te preocupes por eso, no es un chico agresivo, sólo tiene una manera de pensar que le acabará creando muchos problemas si no los cambia a como es el mundo en la actualidad…
- Está bien, lo intentaré, me servirá para aprender más.
- Me alegra que hayas decidido ayudarnos. ¿Sabes dónde está el templo, verdad?
- Sí, me gusta pasear cerca cuando quiero tomar aire fresco –contestó sonriendo-
- Muy bien, entonces mañana pásate por allí, lo reconocerás fácilmente ya que es el único que pasa la mayor parte del tiempo a solas. Gracias una vez más por tu ayuda, y gracias a ti Anahís por tu hospitalidad.
El anciano salió de la casa despidiéndose de Anahís y Cyrus antes de emprender su camino una vez más ahora hasta el templo Zhinavi. 

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