Un nuevo día amanece en Ragnarök y, como siempre, la niebla cubre casi la totalidad de la visión, el frío hace presencia fuertemente helando el ambiente. Los árboles parecían perder color con el paso de las horas en una ilusión óptica tan fuerte que incluso parecía que el color del planeta se iba para siempre. Los negocios empezaban a abrirse con el inicio del nuevo día y apenas unos pocos civiles vagaban por las calles. Anahís se levantó temprano, preparó un desayuno rápido y subió a la habitación de Cyrus, golpeó un par de veces y entró.
- Buenos días dormilona.
La chica abrió los ojos lentamente aún dormida y poco a poco fue desperezándose hasta despertarse completamente. Se vistió mientras Anahís ordenaba un poco su cuarto y al acabar bajó al salón a desayunar algo.
- Hoy irás al templo, ¿verdad?
La voz de su madre sonó bajando por las escaleras casi sin hacer ningún ruido y dejó un montón pequeño de ropa junto a una pila de ropa ya acumulado.
- Si madre, pasaré por el templo así ya que estoy me da un poco el aire y doy un paseo –Contestó la joven sonriente.
- Yo de todas formas saldré, lleva llaves de casa por si vuelves antes que yo.
Cyrus se levantó y subió a su cuarto. Aún era temprano para pensar en ir al templo de visita así que decidió ordenar un poco su cuarto hasta que pasasen algunas horas más. Al entrar en su habitación cerró la puerta, se apoyó contra la pared y soltó un largo suspiro antes de ponerse a ordenar sus libros. Mientras ordenaba, y casi sin prestar atención al tiempo fueron pasando las horas y sólo se dio cuenta cuando, tras ordenar casi toda la habitación, observó que el reloj ya marcaba las 4 de la tarde y aún no había comido nada a parte del desayuno. Terminó de ordenar todo y bajó corriendo a comer algo, abrió la nevera y sacó lo primero que encontró y sin pararse ni un segundo comió como si fuese cuestión de vida o muerte. Al terminar ordenó un poco el salón y ante la atenta mirada de su madre, la cual permanecía sentada riendo por lo bajo ante las prisas de Cyrus, salió de la casa despidiéndose de su madre con un breve y efímero adiós.
Fuera el clima presentaba aún el frío de la mañana, aunque esta vez ya no parecía golpear con tanta fuerza. Una niebla espesa cubría la ciudad mientras Cyrus emprendía un caminar lento hacia el Templo.
Al cabo de un rato largo caminando llegó al fin al templo. Un templo de amplia extensión, con mucha vegetación y un largo camino en escalera que sube por una montaña hasta las puertas del Palacio de la Sabiduría. Tomó aliento un segundo observando aquel paisaje tan bello para luego adentrarse en él para buscar al sabio Aeneas. Buscó durante más de 1 hora hasta que, agotada de buscar y no encontrarlo, se sentó en una explanada de césped a descansar.
- Perdone mi intromisión en sus asuntos joven, pero ¿puedo saber a quién busca con tanto ahínco?
Aquella voz hizo que Cyrus se incorporase rápidamente pudiendo observar frente a ella a un joven un poco más alto que ella, con el pelo negro medianamente largo tapando un poco sus ojos de un color azul claro. Sus ropas, claramente diferenciadas a la ropa de los sabios del lugar provocaron que Cyrus, por un momento, desconociese realmente la procedencia de ese muchacho.
- Busco al sabio Aeneas. ¿Sabes dónde está? –Preguntó la chica con la mirada perdida.
- Aeneas no se encuentra ahora mismo en el Templo. ¿Qué buscabas de él exactamente? –Contestó aquel joven sin dejar de mirar a la chica con un gesto frío.
- Venía por una petición que me hizo ayer.
- Pues lo siento, pero Aeneas no se encuentra ahora mismo en el Templo, tendrás que venir a buscarlo en otro momento.
Cyrus se quedó unos segundos mirando al joven mientras éste se alejaba caminando lentamente. De pronto, algo cambió en la mirada de la joven, algo parecía haber despertad, quizás ese era el joven con el que debía hablar. Intentó ir detrás de él llamándolo pero la espesa niebla del lugar no dejó que completase sus llamados perdiendo así de vista a aquel muchacho. Sus ojos buscaban por todas partes rastros del joven sin éxito hasta cansarse. Soltó un suspiro y se quedó unos instantes pensativa, quizás tenga razón y Aeneas no está. Tras estar de pie tanto tiempo quieta decidió moverse, tomó rumbo a la Plaza de la Conquista. Tras llegar se dirigió a un banco para sentarse observando así el movimiento en la Plaza. De pronto algo llamó su atención, un grupo de jóvenes formando un círculo sobre el césped. Se quedó mirando, no parecía haber nada raro hasta que la policía apareció y, tras una trifulca, acabaron por llevarse a todos aquellos chicos de allí ante la mirada de toda la plaza.
- Nunca aprenderán que aquí no pueden realizar esos ritos…
Una voz sonó detrás de Cyrus lo que hizo que rápidamente se girase pudiendo encontrarse una vez más con aquel chico con el que habló en el templo. Aquel chico permanecía de pie detrás de ella mirando a donde antes estaban aquellos jóvenes formando un círculo casi sin prestar atención a Cyrus.
Al rato, aquel joven empezó a caminar una vez más, aunque esta vez Cyrus sí pudo llamarlo y hacer que se detenga.
- Espera, antes estuvimos hablando y me preguntaba de qué conoces al sabio Aeneas.
- Aeneas es mi maestro, es quien me ha enseñado todo lo que sé.
- ¿Y no sabes dónde puedo encontrarlo? Estoy buscándolo pero no consigo dar con él.
- Está ocupado en estos momentos y no puede recibir visitas.
- ¿Pero dónde está? –volvió a preguntar la joven.
- El dónde está es un secreto, así que deja de preguntarlo. No mereces ni eres digna de saber dónde se encuentra Aeneas.
- Bueno, perdón por no ser lo suficientemente importante como tu –replicó Cyrus con tono sarcástico.
- ¿Algo más que tengas que preguntar?
- ¿Quién se supone que eres?
- Mi nombre es Abaddon… ¿El tuyo?
- Mi nombre es Cyrus, encantada –contestó la joven con una sonrisa.
- Vaya… -dijo desviando levemente la mirada- Tengo que marcharme. Pásate esta noche por el templo, Aeneas te estará esperando.
El joven cortó la conversación y, sin despedirse ni dar tiempo de reacción a Cyrus, se fue andando rápidamente desapareciendo entre la niebla. La joven, anonadada por las últimas palabras de Abaddon se quedó unos segundos en silencio mientras su mente volaba sin parar de pensar. ¿Ir al templo esa misma noche? ¿Sería verdad que Aeneas la estaría esperando? Y en caso de ser cierto, ¿cómo lo podía saber aquel chico?
La noche se iba posando sobre Ragnarök y Cyrus miró el reloj que marcaba en ese momento las 9 de la noche. No sabía la hora exacta para ir al templo así que comenzó a andar para intenta consumir tiempo antes de tomar rumbo a su objetivo.